La semana pasada anticipábamos que en esta entrega de nuestro particular paseo alrededor del storytellling como recurso para las marcas, hablaríamos de los componentes de un relato, que son muchos, variados y complejos en función del tipo de relato; pero vamos a alejarnos de toda esa complejidad y buscar la esencia de las cosas, también de las cosas de los relatos porque en esa esencia está la clave y la llave del éxito de nuestra historia.

La clave de un relato

Derechos de foto de Fotolia

Y es que para un relato convenza y enamore no solo no es necesario rizar el rizo sino que además esto es siempre mala idea; la sencillez es pues la primera premisa, y la segunda es la belleza en el sentido más amplio, no solo belleza clásica, sino también la belleza de la broma y la risa, de la psicodelia y la locura, la libertad y el caos… en definitiva todo lo que sea susceptible de resultar agradable a nuestro gusto y nuestra emoción.

Así pues, buscamos un relato de comprensión fácil y emoción buena e intensa, ese es el tipo de idea a la que hemos de dar forma; en el camino hacia la emocionalidad, que es el camino hacia el engagement – la conexión y fidelidad más absoluta entre el receptor de nuestro relato y la historia que le trasladamos – nada más efectivo que un héroe; nos encantan los héroes y los hay de mil estereotipos, poderes y capacidades, nadie se resiste a identificarse con un héroe o a imaginarse a merced de uno de ellos en su vida.

Una vez tenemos la idea sencilla y bella junto al héroe que la protagonice nos ponemos a hilar la historia y en este punto vuelvo a citar a Antonio Nuñez y su libro ‘será mejor que lo cuentes’ porque ahí nos propone el uso de un recurso que, si bien ha de acudirse a él con sumo cuidado, es de importante efectividad: el uso de los mitos y ritos; lo positivo de este uso es la facilidad con que nos identificamos con este tipo de ideas porque son inherentes a nuestra cultura y a nuestras costumbres, y el peligro está en ese mismo aspecto que puede hacer que nuestro relato resulte conocido y aburrido como si no aportase nada nuevo. Por eso es importante el uso medido y cuidadoso de este recurso que es a la vez tan efectivo.

Tenemos entonces la idea sencilla y bella, el héroe que la protagonice, una alusión mítica o ritual que conecte fácilmente al lector con nuestra historia… ¿y ahora? Ahora es cuando no debemos olvidar que toda historia tiene un clímax, un punto culminante al que se dirige y en cuyo camino nuestra emoción se va desbocando poco a poco.

¿Cómo alentar esa emoción camino del momento culminante del relato para rendir a quien la siente a nuestra historia, nuestra firma y nuestro producto? Más allá de las palabras, de la simbología, metáforas y demás recursos literarios que se nos ocurran, será sin duda de gran ayuda, no solo en este punto sino para la propia difusión del relato, el uso de diferentes medios que facilitan acercarse a los siete sentidos del lector… vista, oído, gusto, tacto, olfato… y los sentidos sexto y séptimo, la intuición y el sentido común.

De sentidos y de medios, de transmedia, hablaremos la próxima semana, aquí os espero, muy pendiente de lo que ocurre en la casilla ‘comentarios’ porque me interesa muchísimo vuestra opinión acerca de todo esto del storytelling

¡Gracias!

Berta Rivera es una filóloga que trabaja en ventas, relata en loff.it, escribe un blog (ahora vergonzosamente desactualizado) y cuenta cuentos al caer la noche por esas cosas de la maternidad. Me declaro fan de la creatividad aplicada a la vida, a las pequeñas cosas y a la comunicación… porque las cosas no se dicen, se cuentan.

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