Los Cuentos de Canterbury

Dejábamos a medio hilar hace un par de semanas aquello de tejer relatos

Retomando este punto toca recordar de nuevo el símil del que ya hablamos en esta columna hace un tiempo, aquel que presentaba una estrategia de comunicación en forma de árbol: un árbol cuyo tronco es el relato de marca y del que nacen un montón de ramas que representan relatos menores.

Los Cuentos de Canterbury

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Poníamos también como buen ejemplo la web de una firma francesa de perfumes en la que estética y fondo bailan absolutamente acompasadas, llenas de relatos tanto de la propia firma, con una larga historia de siglos a su espalda, como de todos y cada uno de los perfumes; una web que resulta inspiradora, incitante e incluso aromática…

Y hablando así, de tejer relatos, no podemos evitar empezar por los relatos literarios y yo, que tengo querencia por la literatura inglesa, no puedo tampoco evitar hacerlo recurriendo a Chaucer y sus Cuentos de Canterbury. Hay otros ejemplos a lo largo y ancho de la literatura inglesa, española y de cualquier rincón del mundo, pero me quedo en Chaucer porque, para bien y para mal, tiene lecciones que enseñarnos.

Lo primero a reseñar es el lenguaje: los Cuentos de Canterbury componen el primer libro escrito en inglés, hasta la fecha la literatura tomaba forma en francés y latín, lenguas de la cultura y de los cultos, ajenas a la mayor parte de la población –no olvidemos que hablamos de la Edad Media-. He ahí la primera lección, básica, fundamental: para que los mensajes lleguen claros a donde queramos enviarlos el lenguaje ha de ser el adecuado.

La segunda lección es el hilo: lo que Chaucer quería era contar algunos cuentos pero no quería hacer un compendio inconexo con ellos así que los hiló ¿cómo? ¿a través de los propios cuentos? Pues no, los hiló convirtiendo los cuentos en relatos dentro de un relato mayor –lo que nos recuerda al árbol y las ramas o a los diferentes perfumes de Lubin en su web-.

El gran cuento es el que relata como un grupo de peregrinos se dirige hacia la Catedral de Canterbury, y los pequeños cuentos son los relatos que cada peregrino cuenta para amenizar el viaje. Claro que resulta evidente, al leer los Cuentos de Canterbury, que poco le importaba a Chaucer el gran cuento, que él lo que quería era contar los pequeños, algunos en prosa pero la gran mayoría en verso, y de hecho no sabemos ni tan siquiera los días que dura la peregrinación, resulta un tanto incoherente el grupo teniendo en cuenta la época en que peregrina y tampoco se da pincelada alguna del viaje de vuelta, como si se hubiesen quedado en Canterbury los peregrinos con Thomas Becket por siempre jamás.

Esa es precisamente la tercera lección que extraemos de este maravilloso relato literario que son los Cuentos de Canterbury: en literatura uno puede jugar a imaginar o a dejar imaginar, a contar o a obviar, todo es posible porque la literatura es sueño… pero el marketing es harina de otro costal, en marketing no ha lugar a historias incompletas ni discordantes… a no ser que la discordancia sea seña de identidad de la firma, claro.

Leamos pues a Chaucer… y aprendamos a hilar historias.

Berta Rivera es una filóloga que trabaja en ventas, relata en loff.it, escribe un blog (ahora vergonzosamente desactualizado) y cuenta cuentos al caer la noche por esas cosas de la maternidad. Me declaro fan de la creatividad aplicada a la vida, a las pequeñas cosas y a la comunicación… porque las cosas no se dicen, se cuentan.

Un comentario en «Hilando relatos… El relato literario»

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